LA CANCIÓN DE LOS MAORÍES

                     La canción de los maoríes de Sarah Lark

Segunda entrega de la saga que comienza con "En el país de la nube blanca" y que tiene como escenario la Nueva Zelanda de finales del siglo XIX. Os aconsejo empezar por el primero, pues aunque se podrían leer de forma independiente, hay muchos datos y menciones a personajes del primer libro, y para entender los parentescos y las relaciones entre muchos de los personajes, considero que es mucho mejor seguir el orden establecido: el disfrute de la lectura y el acercamiento y conexión con los protagonistas será mucho mayor y especial.

Si no habéis leído el primero, y tenéis intención de hacerlo, no sigáis leyendo, pues voy a mencionar acontecimientos del primer libro para poder situar esta segunda parte de la serie, y por nada del mundo quisiera fastidiarle a nadie esa primera lectura.

La historia comienza en Queenstown, en 1893. Allí conocemos a Elaine Keefer, nuestra primera protagonista, que vive allí con sus padres: Fleurette (hija de Gwyneira y James) y Ruben (hijo de Helen). Helen continúa con la pensión y su hijo y su nuera con los almacenes, realizando muy buenas transacciones comerciales. La joven Elaine, de 16 años, los ayuda siempre que así lo requieren, es bonita, alegre, vital y una gran amante de los perros y los caballos, como su abuela materna. Un día que se encuentra trabajando en la pensión, tiene que atender la llegada de un apuesto joven irlandés, William Marty, del que se enamorará perdidamente…

El joven también parece mostrar interés por la chica, y comenzarán una relación que parece marchar estupendamente bien. Pero lo que menos se imaginaba Elaine, es que la llegada de su abuela Gwyneira y su prima Kura, que tanta ilusión le hace, van a hacer tambalear su felicidad para siempre…

Gwyneira sigue viviendo en Kiward Station junto a James McKenzie. Es completamente feliz, está con James, tiene sus ovejas, sus perros, sus caballos… lo único que empaña un poco el bienestar de la granja es la presencia de Kura… Kura es la nieta de Gwyneira, hija de Paul (fruto de su violación) y Marama, la joven maorí que desde niña fue la única que entendió al díscolo Paul. Kura tiene 15 años, y es una auténtica belleza, nadie puede apartar los ojos de ella cuando está en su presencia que consigue enmudecer a cualquiera. Pero lo que tiene de bella, lo tiene de altiva, de fría, de soberbia, de egoísta y de insoportable. Es un personaje que cae mal desde el momento en que hace aparición en escena... Sólo le interesa la música y sueña con convertirse en una gran cantante y viajar por los escenarios de toda Europa. Como sus abuelos ya no saben qué hacer con ella, Gwyneira ha decidido llevarla a junto de Helen, que había sido una muy buena institutriz, para que la ayude a resolver tan difícil carácter…

Pero la llegada de ambas a Queenstown, lo que hará será destrozar a la pobre Elaine… su vida, desde ese momento,se verá  completamente trastocada, le cambiará el carácter, perderá la sonrisa y las ganas de vivir, y lo peor de todo, es que esa situación no será la más dura que vivirá a lo largo de la novela… 

Acompañaremos a la joven en un largo viaje, lleno de penurias y durante una época cargado de muchísimo sufrimiento, impotencia y dolor, deseando en todo momento que el destino se ponga de una vez de su parte, que en alguno de los capítulos del libro por fin la encantadora Elaine encuentre a alguien que de vedad se la merezca y la haga tan feliz como debe ser…

La segunda protagonista es Kura, para ella tampoco las cosas saldrán a la primera como desea, pero como me cae mal, pues la verdad es que me importa menos… Estará a lo largo del libro intentando hacer realidad su sueño y haciendo todo lo que esté en su mano por conseguirlo, sin importarle los medios ni artimañas que tendrá que emplear para llevarlo a cabo, ni a cuántos seres queridos pueda dejar tirados por el camino… Kura es yo, yo, y nada más que yo…

Y así, durante las setecientas páginas en las que transcurre la historia de estas dos jóvenes primas, las acompañaremos a lo largo de su viaje para intentar el objetivo que todo ser humano tiene en la vida: ser feliz, y la verdad, es que con un telón de fondo tan hermoso como Nueva Zelanda, parece que conseguirlo, pueda resultar un poquito más fácil.

De nuevo la autora, al igual que en el primer libro de la saga, nos sumerge en el día a día de los primeros colonos del país. Y ver cómo vivían, cómo se relacionaban, cómo luchaban por prosperar en este nuevo mundo, es una de las partes que más me han gustado. En esta ocasión, nos lleva más a la vida de las ciudades que de las granjas, y profundiza en oficios más industrializados que ganaderos… Vemos cómo se empieza a construir el ferrocarril, el funcionamiento de la minas y los intentos por mejorar tanto las explotaciones como las condiciones laborales de los mineros, también la aparición de los primeros agentes comerciales y las primeras máquinas de coser en el país… este día a día me ha hecho retroceder en el tiempo y disfrutar mucho más de la historia, me encanta que me den tantos datos de la vida cotidiana, pues me hace meterme más intensamente en la novela y saborearla también con mucho más interés.

Dicen que segundas partes nunca fueron buenas, pero en este caso el dicho está totalmente fuera de lugar para mí. He disfrutado mucho con las aventuras y desventuras de las primas Elaine y Kura, me ha encantado volver a poner los pies en esta hermosa tierra, volverme a empapar y aprender mucho más de las tradiciones y cultura maorí, saber que aquellos personajes a los que tanto cariño le había cogido en la primera parte siguen estando bien y viven felices, ver de cerca el día a día de los colonos que sólo buscan una vida mejor y más feliz… y conocer a los que creo (si el instinto no me falla) que serán los protagonistas de la tercera parte de esta deliciosa saga.

Una historia sencilla, pero que atrapa desde la primera página, con todos los ingredientes necesarios para hacerte pasar unos días muy entretenidos, sin grandes sobresaltos pero lo que sí es seguro es que al terminarlo tendréis que decir ¡qué bonito! … y sentiréis pena por lo rápido que se ha acabado....